En un artículo anterior hacía referencia a la necesidad de incorporar, desde las primeras fases de la investigación del crimen, todos los recursos aportados por la Criminología, como ocurre actualmente con las diferentes ramas de la Criminalística. Destacaba la necesidad de, entre otras herramientas de la Psicología Investigativa, “recoger” la huella psicológica que nos aporta el perfil obtenido de la escena, del modus operandi utilizado por el criminal y de la victimología del caso. También hacía referencia a la importancia de la Psicología del Testimonio, por tratarse de un recurso que va a ser muy manejado en el transcurso de cualquier investigación.
FALSOS RECUERDOS
En este caso quiero centrarme, dentro de la Psicología del Testimonio, en una de las circunstancias de tantas que hacen especialmente compleja la consideración de los testimonios en el ámbito de la investigación criminal. Me refiero a los falsos recuerdos como consecuencia de una sugestión, en unos casos producida por el propio testigo (autoinducida) y en otros inducida externamente o como efecto de una información engañosa.
En la fase de recuperación de un recuerdo para testimoniarlo, se realizará una construcción/reconstrucción de los mismos, y la tendencia será completarlo de manera adaptada a la situación actual, principalmente con lo que está más disponible y guiados sobe todo por los sentimientos e intereses. “Rellenará” los espacios vacíos de su memoria que se han evaporado, con detalles de lo que creen que debe haber ocurrido con mucha probabilidad. Esto produce un fallo en el control de la realidad y el sujeto no es capaz de distinguir la memoria real (percibida) de la irreal o imaginada. Este presentismo revisa el pasado para adaptarlo a nuestras opiniones, intereses y emociones del presente (Annthony Greenwald, 1980).
FUENTES EXTERNAS
Pero en muchas ocasiones, estos recuerdos falsos son producidos por fuentes externas. Lo que se recuerda y lo que se olvida suele estar determinado de manera relevante por factores sociales ya que la memoria es psicosocial, es decir, tiene una parte individual y otra social. Por ese motivo también tenemos que analizarla desde una perspectiva cultural (Zillig, 1928). Conocemos una fecha, menos por haberla vivido o haber sido testigos, que por la importancia que le ha dado nuestro medio. Por ello, los recuerdos propiamente dichos son en su conjunto menos personales de lo que parecen a simple vista (Charles Blondel, 1928), siendo la memoria una reconstrucción del presente más que una restitución anacrónica del pasado.
Debemos diferenciar los conceptos de falsas memorias y errores de memoria. Las falsas memorias se refieren a recuerdos de hechos que nunca ocurrieron, que fueron inventados. En varios estudios de laboratorio se verificó que es posible inducir a la gente a confesar e interiorizar la culpa de un acto que no ejecutó. Una prueba incriminatoria pero falsa, puede inducir a que el acusado asuma la culpa por ese delito que no cometió, llegando a argumentarlo con recuerdos que respalden sus sentimientos de culpa (Loftus, 1997).
MEMORIAS REPRIMIDAS
En el caso de las memorias reprimidas, se pueden producir como consecuencia de hechos especialmente traumáticos, de manera que la mente relega los recuerdos al inconsciente. En septiembre de 1969, se descubrió en California el cadáver de una niña de 8 años. El caso quedó sin esclarecer hasta que veinte años después, una amiga de la fallecida, dijo haber presenciado como su padre había violado y matado a su amiga. Por diferentes circunstancias, veinte años después, el recuerdo que se había establecido en el inconsciente, pasó nuevamente a la conciencia.
Preservar la información captada en un primer momento, será prioridad de todos los agentes que intervengan, no sólo de los investigadores. La situación ideal del testigo de un crimen, demandaría que una vez que presenció los hechos, no recibiera más información externa, es decir, que no se “contaminara”. Para ello se procurará ubicar al testigo en un lugar adecuado, alejado de interferencias de terceras personas. Como ocurre con la escena de un homicidio, se deberá aislar para mantenerla aséptica y evitar la incorporación de indicios ajenos a lo ocurrido que desvirtúen la investigación. La nueva información que reciba el testigo puede provocar la alteración del recuerdo y si esa información es falsa ocasionará errores en la memoria.
INFORMACIÓN ENGAÑOSA
Esta situación es denominada como efecto de información engañosa. Al referirnos a la sugestión externa, no sólo estamos teniendo en cuenta la información que el testigo puede recibir de vecinos, medios de comunicación, otros testigos…. Los investigadores también deberán tener en cuenta la forma de interactuar con el testigo, la información que puede estar implícita en las preguntas o comentarios que se hagan, así como el lenguaje a utilizar. Es muy fácil que las preguntas tengan carácter sugestivo, sin que esa sea la intención del entrevistador. En este sentido es interesante destacar que el recuerdo libre o narración, es el mejor método de recuerdo comparado con el sistema de interrogatorio, basado en preguntas y respuestas. La narración de los hechos es más exacta aunque menos completa que el método de preguntas (Diges, 1997, p. 41). Una vez que se ha relatado el suceso, el investigador lo finalizará con aquellas preguntas que considere necesarias para completar el testimonio.
EXPERIMENTO
En un experimento llevado a cabo por Loftus y Palmer (1974), pedían a los participantes visionar unas películas sobre accidentes de tráfico y a continuación les hacían la pregunta ¿A qué velocidad iba el coche cuando se (estrelló, chocó, se cruzó, colisionó, entró en contacto)? El resultado mostró que la velocidad real que llevaban los coches en la película no influyó en la estimación de los sujetos. En cambio, el verbo empleado en la formulación de la pregunta, modificó mucho esas apreciaciones: estrellarse (65,65 Km/h), chocar (63,23), cruzarse (61,30), colisionar (54,71) y entrar en contacto (51,17). Cuanto más fuerte era el verbo mayor era la velocidad estimada. La información que habían recibido del accidente visionando la película, se ve modificada posteriormente por la información que recibieron por la formulación de la pregunta. Ambos elementos llegan a integrarse resultando una alteración de los hechos.
FORMULACIÓN DE LAS PREGUNTAS
En otros casos, las preguntas formuladas de manera incorrecta, más que una mera sugestión están aportando directamente información al testigo. ¿Vio usted pasar un camión después de escuchar los disparos? Estaríamos indicando al testigo que hay un camión relacionado con los hechos de una manera u otra. Lo correcto sería una pregunta abierta ¿Vio usted pasar otro vehículo después de escuchar los disparos?
Estas son sólo algunas consideraciones respecto a la Psicología del Testimonio, expuestas de manera muy somera, y que están directamente relacionadas con la labor diaria del investigador. Su complejidad es avalada por un estudio realizado por Aamodt y Mitchel (2006), donde concluye que la capacidad atribuida a determinados profesionales para detectar las mentiras, se ve contrariada con los datos que establecen su precisión en un 50%, lo que sería prácticamente como tirar una moneda al aire.
Será muy interesante añadir al análisis del testimonio un estudio del lenguaje no verbal que acompañara en la interacción con testigos, víctimas, detenidos…, pero eso lo dejaremos para el siguiente artículo en la Sociedad Científica Española de Criminología (SCEC).
(*) Carlos Fernández es sargento 1º, jefe de un Equipo de Homicidios y Delitos contra las Personas de la U.O.P.J. de la Guardia Civil. Graduado en Criminología es asimismo negociador para situaciones de toma de rehenes y miembro del comité científico de la revista de Criminología, Psicología y Ley.